Llegamos el viernes cuando estaba cayendo el día.
Antonio, el “masover”, nos enseñó la casa del siglo XV. Tanto la edificación
como los muebles son antiguos y bien conservados. Cuando estás dentro de la
casa te transportas a tiempos pasados cuando la manera de vivir era totalmente
diferente a como la conocemos.
Los desayunos los hice en la mesa de madera justo en frente de la fachada
delantera de la casa. Sentada, comiendo un sándwich de tortilla a la francesa y
un zumo de multi-frutas observaba el divino paisaje que tenía delante de mí,
solo estaba yo, las montañas y prados verdes pastados por vacas y caballos.
El sábado fuimos de excursión, 17 km y 750 m de desnivel (aprox.),
recorriendo los parajes de alrededor, trabajo físico y mental. El domingo me
tomé un descanso y monté a caballo, descubriendo nuevos caminos.
Adoro sentir que las pequeñas cosas me sorprenden otra vez.
Me llama la atención ver pastar las vacas, las vistas a las montañas,
alcanzar un pico, desayunar en tierras de nadie, la tenue luz del atardecer
bañando tímidamente la habitación, montar a caballo entre rosales silvestres
con su especial fragancia, etc.
vistas des de la casa
Molí del Salt
Puig de Curull (1.314 m)
kaka de vaca al champinón
Cim Puigsacalm (1.515 m)
me gusta todo de esta salida, el escrito (mucho), las fotos del paisaje de la casa y sobre todo...que las pequeñas cosas, te sorprendan.
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